06 noviembre 2006

En Montera todo sigue igual


Ya han pasado más de dos años y la calle Montera sigue sufriendo el problema de la prostitución. En marzo de 2004, Alberto Ruiz Gallardón y Ana Botella aprobaron lo que se dio en llamar “Plan contra la Esclavitud sexual”, consistía en pedir la documentación a todas las prostitutas, proxenetas o clientes que fueran sospechosos. En aquellos momentos parecía que las quejas y las movilizaciones de las asociaciones de comerciantes y vecinos de la zona, y que estaban en contra de que se ejerciera la prostitución en la calle, iban a ser atendidas.
La policía patrullaba la zona y pedía papeles, muchas de las chicas ilegales huían de la zona por miedo a ser detenidas, fueron unos meses donde si no desapareció la prostitución si se vio afectada y eran muy pocas las que ejercían. Pasados dos años la situación vuelve a ser la misma que antes del Plan de Gallardón y Botella.
A partir de las 12 de la mañana la calle Montera y aledaños se inundan de mujeres que trabajan en la calle, según avanza el día el número aumenta, y a media tarde, la hora de más movimiento, se puede llegar a contar a más 50 chicas ejerciendo la prostitución. Antonio S. vive en Montera 26 desde el año 1961, “jamás en mi vida he visto esta calle tan mal como ahora”. La prostitución a día de hoy es ilegal y como tal debería tratarse, pero el problema no es sólo ese, a esto se une el problema del tráfico de drogas, la delincuencia y las peleas que se producen. “Hay mucho carterista” afirma un vecino del mismo inmueble, “aquí todos sabemos los que se dedican a robar, unos se dedican a las carteras, otros a los móviles, etc., pero la policía no hace nada, mejor dicho no puede hacer nada”.

Si en algo han cambiado las cosas es que la policía permanece vigilante en la zona todo el día, se pueden contar hasta tres coches patrullas y parejas de policía a pie. De vez en cuando piden la documentación a algún sospechoso, principalmente marroquíes que o bien vigilan a las prostitutas o bien trapichean con alguna china de hachís.
El dueño de una tienda de música está indignado, “llevo ocho años con el negocio y mis beneficios van a peor. Si al problema de la prostitución, unimos las obras del tren que nos afectan, puedo decir que cada día viene menos gente a mi tienda”.
Juan Ramírez es el presidente del número 32 de Montera, también fue una de las personas que más se movilizó por solucionar el problema que afecta a los vecinos y comercios. “No podemos hacer nada, hemos mandado cartas al Ayuntamiento y nos dicen que ellos no pueden hacer más, que la policía está en la zona y que no las pueden echar”. El desánimo cunde entre ellos, están cansados y de momento no van a hacer nada, hace un año lo hicieron y un año después la situación sigue igual.

Hay opiniones para todos los gustos, en el Pasaje Comercial de Montera, la dueña de una tienda de reparación de calzados se abstiene de manifestar una opinión, prefiere que estuviesen en casas aunque tampoco lo ve mal “porque ellas son mis clientas también, vienen aquí y me piden que les arregle las botas o zapatos”. Para J.G empleado en una tienda de teléfonos el problema va a venir cuando “ésta calle se corte al tráfico, hasta entonces la cosa no cambiará mucho”.
A otros comercios no les molesta la prostitución en la calle, “es un problema moral que tiene la gente. El comercio que diga que vende menos miente, esta calle está en pleno centro de Madrid y si pasa más gente es también porque están ellas. Si el negocio fuese mal como sería posible que el de la tienda de tatuajes pagase 6000 euros al mes de alquiler” afirma un joven vendedor de una tienda de libros.
Lo que también es cierto, como afirma el portero de una finca es que el valor de las casas pierde cotización, “aquí se cobra 800 euros el alquiler de una casa, si no hubiese prostitución y la calle tuviera tan mala imagen el precio sería mucho más alto”.

Trabajar en la calle

Ivón es una prostituta colombiana de alrededor de unos 40 años, trabaja en la zona de Ballesta. Lleva ya algunos años en España aunque ella tiene la experiencia de haber trabajado en su país e incluso en Japón. “Trabajar en la calle no gusta, es duro, pasas frío en invierno y mucho calor en verano”. Si trabaja en la calle es porque necesita ganarse la vida para poder cuidar a su bebé de tan solo unos meses. “Muchas veces lloro porque no me llega para pagar el alquiler de la casa donde vivo, además tengo que pagar a una mujer para que me cuide a mi hijo cuando yo estoy trabajando”. Si por ella fuera no trabajaría en la calle pero mientras que las cosas no cambien ella no va a hacer nada, lamenta que les afecte a los vecinos y comercios de Montera pero ella dice que “la calle es de todos, a mi ese problema no me afecta, yo trabajo por Ballesta y la calle Gonzalo Jiménez de Quesada, aquí ningún comercio se queja de nuestra presencia, ni tampoco los vecinos”. El principal problema que se vislumbra es la delincuencia, “a mi me han robado el bolso tres veces, y otra vez el móvil”. Esta es una zona muy peligrosa, mucho más que Montera, también porque está más alejada, los comercios que hay son locutorios, tiendas de chinos, bares árabes o algunos sex shop. Se trata de un lugar donde la droga se junta con la prostitución por igual, y todo a pesar de que la comisaría de policías se encuentra unas calles más abajo.

Hablar con estas mujeres muchas veces es prácticamente imposible, el miedo las imbade, muchas de ellas llegaron a España con muchos sueños, se imaginaban una vida mejor, con un trabajo de camarera y con un contrato, pero luego la realidad fue mucho más cruda de lo imaginado. Otras son conscientes de a lo que vienen, algunas de sus amigas trabajan en España y les hablan de la posibilidad de ganar mucho dinero en poco tiempo, en sus países de origen se encuentran en las más absoluta miseria y prefieren trabajar en la calle a malvivir en su país. El principal problema es que muchas veces ese dinero nunca le llega a ellas, son engañadas y amenazadas, de ahí que nunca denuncien por miedo a que les pase algo a ellas o a sus familias. Los chulos o proxenetas, bien localizados y situados frente al locutorio de la calle Jardines, las vigilan para ver con quién hablan, y para controlar el dinero que ellas ganan con dignidad. Muchas de las mujeres que allí trabajan van por libre pero otras prefieren tener a un chulo que las proteja de posibles agresiones por parte de clientes o por parte de otros proxenetas.
Las mujeres se dividen por zonas, todo está delimitado, cada una de ellas conoce su sitio y si alguna intenta quitárselo se produce un conflicto que puede llegar a agresión. “La otra noche dos chicas negras se estaban pegando porque según parece una de ellas le había quitado el sitio a la otra”, según comenta un vecino de la zona.

Las mujeres se sitúan por raza, nacionalidad o sexo. Las chicas de centroeuropa, principalmente rumanas se reservan los mejores sitios, a continuación se encuentran las sudamericanas y los sitios más alejados de la gente es para las africanas. Montera tiene una situación privilegiada por estar en el mismo centro de Madrid, pero en los aledaños del edificio de Telefónica de la calle Fuencarral podemos encontrar a travestís, más mujeres africanas, drogadictas y las mujeres de más edad. Todo parte de un escalafón.
Las mujeres más agraciadas físicamente, como se ha dicho se localizan en los mejores sitios de Montera, ellas son las que obtienen más beneficios y emolumentos, algunas de ellas pueden ganar al mes unos 15000 euros, aunque como se ha dicho no todo el dinero les llega a ellas. Las más afortunadas pueden quedarse con el dinero íntegro, al cabo de unos meses abandonan España y se marchan a sus países de origen con las ganancias, cuando se les acaba el dinero muchas de ellas vuelven a la prostitución porque saben que volverán a ganar un dinero que en sus países de nacimiento jamás ganarían en la vida.
Los clientes son variopintos, los hay de todas las edades y posición social, no es extraño ver a un hombre de negocios trajeado merodeando la zona. Después de dar un paseo y ver a las diferentes chicas, el cliente elige a su preferida, se acerca a ella y establece una conversación sobre tarifas. La calle tiene su propia ley y cuando un cliente entabla conversación con una prostituta, el resto de mujeres se retiran de esa conversación.

La chica explica sus tarifas que suelen ser de 25 euros un servicio completo, es decir, un francés y hacer el amor, a partir de ahí varían los precios en base al servicio solicitado. Cuando se llega a un acuerdo, la prostituta se dirige con el cliente a la calle de Jardines número 2, se trata de un bloque donde se alquila una habitación por 5 euros para establecer el contacto sexual. El tiempo estimado dura unos 15 minutos, nunca más de 20 minutos, el tiempo es oro, y generalmente siempre hay overbooking para coger una habitación.
Las más afortunadas cumplen unos horarios de trabajo de unas 8 horas, las que tienen menos suerte deben echar más horas, y no es extraño verlas de madrugada en la calle.
Generalmente entablar conversación con ellas es complicado, no quieren facilitar datos, la mayoría son chicas muy jóvenes. Las chicas más solicitadas son las rumanas y colombianas, un cliente habitual las sabe diferenciar, “las rumanas son más sosas en la cama pero de cuerpos más espectaculares, si quieres conversación las mejores son las latinoamericanas y accederán a cumplir tus deseos antes que una rumana”, declara un cliente que quiere permanecer en el anonimato.
El problema de la prostitución en las calles céntricas de Madrid es un problema de difícil solución, y a día de hoy ni los políticos mueven un brazo, ni las prostitutas están dispuestas a abandonar sus puestos de trabajo.

ENTREVISTA

El oficio más viejo del mundo está de actualidad por el debate sobre su posible legalización. En las calles de Madrid podemos encontrarnos a muchas mujeres ejerciendo la prostitución, muchas de ellas son inmigrantes sin papeles que trabajan obligadas por diferentes mafias, otras lo hacen por propia voluntad. C.G es una chica brasileña de 37 años que lleva en España 10 años.
Pregunta: ¿Cómo llegaste a España?
C.G.: Vine por voluntad propia, en mi país trabajaba de peluquera.
P. ¿Qué opinas de las chicas que trabajan en Montera?
C.G.: Lo veo fatal, deberían trabajar en casas.
P. ¿Y de las chicas africanas que trabajan en la Casa de Campo?
C.G.: Veo lógico que las lleven a otra parte, para que no estén en la calle y tengan más seguridad.
P. Trabajar en la prostitución debería ser una elección libre y no obligada como ocurre con muchas mujeres, ¿qué te parece que haya mafias que las secuestren y las lleven a otros países a trabajar obligadas?
C.G.: Es un horror, hay que acabar con ellas. Si yo estuviera en esa situación intentaría salir de esa mafia, escaparme.
P. ¿Lo denunciarías a la policía?
C.G.: Mira, hace poco una chica denunció a la policía, ellos le prometieron que la protegerían como testigo; pero que pasó, que dieron con ella y le pegaron una paliza. Tenemos mucho miedo, no quisiera que me matasen.
P. ¿Estás de acuerdo con la legalización de la prostitución?
C.G.: No, no estoy de acuerdo. Que se quede como está y que castiguen a las mafias.
P. ¿Por qué crees que hay muchas chicas que no quieren que se regule la prostitución?
C.G.: Hay muchas mujeres que no quieren legalizarse porque ganan mucho dinero. También, porque trabajando en casas nadie sabe que eres puta, y si nos legalizamos la gente si va a saber de que trabajamos.
P. ¿Tienes miedo?
C.G.: No, estoy tranquila. Además, yo trabajo en mi apartamento sola y lo que gano es para mí, no trabajo para ninguna mafia. Si trabajase para ellas, no denunciaría por miedo pero intentaría buscar ayuda y que no peligrase mi vida
P. ¿Por qué te dedicas a este trabajo?
C.G.: Me gusta la prostitución. Disfruto haciendo mi trabajo.
P. Si te ofrecieran un trabajo por ejemplo de secretaria, ganando 900 euros, ¿dejarías la prostitución?
C.G.: No, no dejaría mi trabajo por ser secretaria. Me gusta mi trabajo, conversar con los clientes…
P. ¿Cual es tu horario de trabajo?
C.G.: Trabajo de lunes a viernes en dos turnos, de 9 a 13h y de 16h a 20h. También trabajo los sábados por la mañana. El resto de tiempo libre lo dedico a estar con mi hija que paso muy poco tiempo con ella.
P. ¿Alguna vez has tenido algún problema con algún cliente?
C.G.: No, jamás, toco madera (se levanta, se acerca a una mesa para tocarla). De los clientes me gusta hablar con ellos, su sentido del humor, son personas abiertas, educadas. Nunca he tenido ningún problema con ellos en mis 10 años de trabajo en España.
P. ¿Qué edades, nivel económico, trabajos tienen las personas que vienen a ti?
C.G.: Hay de todo, jóvenes, viejos, médicos, etc. Hay algunos clientes que se gastan mucho dinero, a veces no tienen suficiente porque se lo han gastado todo, y bajan a un cajero y vuelven a subir con más dinero.
P. ¿Tienes pareja?
C.G.: No, ahora no, hace un tiempo tuve un novio. Tengo una hija de 7 años que no sabe que me dedico a ejercer la prostitución.
P. ¿Qué harás cuando sea mayor, se lo comentarás?
C.G.: No, nunca se lo voy a decir, me da vergüenza que sepa que me dedico a acostarme con hombres.
P. ¿Cuánto dinero ganas al mes?
C.G.: Aproximadamente unos 3000 euros, aunque este mes con la Semana Santa la cosa va peor.
P. ¿Hay alguna anécdota curiosa que quieras contar?
C.G.: No, pero hay algunos clientes que me piden cosas muy raras. Que me mee sobre ellos, etc. Yo creo que esa gente está mal de la cabeza, ¿no crees?

1 comentario:

Cliente X dijo...

Me ha gustado mucho esta entrevista que añades al final de la entrada. ¿Puedo reproducirla y comentarla en mi blog?